El lío con Scarlett
Vamos a ver, amigos, cuando alguien dice «NO», es «NO». Pero parece que en OpenAI no se enteraron. Scarlett Johansson, sí, la misma que le dio vida a la voz de Samantha en «Her», se encontró en medio de un berenjenal con OpenAI. Resulta que estos genios decidieron sacar una voz para su ChatGPT que sonaba a Scarlett. Pero aquí viene lo bueno: ¡nunca le pidieron permiso! Imagínate el percal. OpenAI lanza «Sky», una de las voces para su ChatGPT, y todo el mundo empieza a decir que suena igualita a Scarlett. Johansson no se quedó callada y soltó que jamás dio su consentimiento, a pesar de que Sam Altman, el CEO de OpenAI, la había contactado varias veces. Lo más irónico es que Altman dijo que «Her» era una de sus películas favoritas y que le había inspirado. Pues claro, tanto que decidió «tomar prestada» la voz de Scarlett sin preguntarle. OpenAI, en un movimiento rápido, retiró la voz de Sky y dijo que no era la voz de Scarlett, sino de una actriz de voz que sonaba parecida. Pero vamos, la similitud era tan grande que la gente no se lo tragó. Y así, el escándalo estaba servido.
El caso de Bev Standing: Otro capítulo en la saga
Bev Standing, una actriz de voz, también tuvo su momento de gloria (o más bien de horror) con TikTok en 2021. TikTok usó su voz para su función de texto a voz sin su permiso. Bev dijo que esto violaba sus derechos de publicidad y propiedad intelectual. La cosa llegó a los tribunales, y aunque se resolvió fuera de ellos, el caso puso en evidencia cómo las tecnologías de IA pueden usar y abusar de las voces sin autorización.
Bev, al igual que Scarlett, vio cómo su medio de vida se usaba sin su consentimiento. Ella dijo que su voz era su negocio y que TikTok se estaba beneficiando de su trabajo sin darle ni las gracias.»
La IA: ¿Ángel o demonio?
Ahora, amigos, vayamos al grano. La IA está en todos lados, transformando trabajos, cultura y cómo interactuamos con el mundo. Pero no todo lo que brilla es oro. Estas tecnologías están poniendo patas arriba industrias enteras y desplazando a trabajadores humanos. Actores de voz, músicos, escritores, todos están en la mira. La IA puede replicar su trabajo a una fracción del costo, dejando a estos profesionales fuera del negocio.
Y no hablemos solo de trabajos. Culturalmente, la IA está cambiando cómo consumimos y nos relacionamos con los medios. Desde deepfakes hasta voces sintéticas, nuestra noción de autenticidad y confianza está siendo desafiada. ¿Te imaginas no poder confiar en que lo que ves y oyes es real? Eso ya está pasando, amigos.
La Ley: ¿Dónde estás cuando se te necesita?
Con todo este caos, es obvio que necesitamos leyes más fuertes y claras. Los casos de Scarlett y Bev han levantado la voz para pedir regulaciones más estrictas. En Estados Unidos, por ejemplo, la administración Biden está moviendo ficha. Han emitido órdenes ejecutivas y propuesto leyes para regular la IA. Se están discutiendo medidas para controlar los deepfakes y el uso indebido de contenido generado por IA.
El objetivo es claro: proteger los derechos de propiedad intelectual y garantizar que la IA no se convierta en una bestia fuera de control. Las leyes actuales, como el derecho de publicidad y las leyes de derechos de autor, brindan cierta protección, pero son insuficientes frente al rápido avance de estas tecnologías.
¡Despierta, mundo!
Los casos de Scarlett Johansson y Bev Standing son una llamada de atención. Nos dicen que es hora de tomarse en serio los desafíos que plantea la IA. Necesitamos marcos legales robustos que protejan los derechos individuales y aborden las implicaciones éticas de estas tecnologías. No podemos permitir que la IA se use de manera irresponsable y sin control.
Estos casos son solo el principio. La regulación efectiva de la IA está en pañales, pero estos escándalos de alto perfil están dando forma al debate y empujando a los cambios necesarios. Al abordar estos desafíos, podemos aprovechar el potencial de la IA mientras protegemos los
derechos y los intereses de las personas en esta era digital.
Así que, amigos, manteneos atentos. La tecnología avanza, pero nosotros debemos asegurarnos de que lo haga respetando nuestros derechos. Porque al final del día, es nuestra voz la que cuenta.