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Mira, hace no mucho tiempo, las historias de robots que parecían humanos, máquinas que venían a facilitar la vida y, a veces, incluso a controlarnos, sonaban como ciencia ficción. Pero esa “ficción” está mucho más cerca de lo que pensamos. El Internet de los Cuerpos (IoB) ya está aquí, y no se trata solo de llevar un teléfono pegado a la mano. No, estamos hablando de implantar tecnología directamente en nuestro interior. Dentro de ti. Dentro de mí.

Para explicarlo de manera simple: hoy existen dispositivos implantables que están haciendo cosas asombrosas dentro del cuerpo humano. Desde marcapasos que envían datos directamente a tu médico hasta sensores que pueden monitorear tu ritmo cardíaco en tiempo real. Todo con el noble objetivo de mantenernos saludables y optimizar nuestras vidas. Pero cuidado, porque donde hay tecnología dentro del cuerpo, también hay riesgos. Y no estamos hablando de baterías bajas o falta de señal. Estamos abriendo la puerta a una dependencia tecnológica que podría costarnos más de lo que ganamos. Hoy, te hablaré sobre el lado brillante—y el lado más oscuro—de esta revolución interna.

Los dispositivos que están transformando la medicina

Imagina que tienes un pequeño dispositivo dentro de ti, algo tan diminuto que ni siquiera lo sientes. Está ahí, funcionando, monitoreando. Mide tus niveles de azúcar en sangre y, si están desajustados, libera automáticamente una dosis de insulina. Para las personas con diabetes, esto es oro puro. Nada de pinchazos o sustos repentinos. ¿Ejemplos? Senseonics, Incorporated (Eversense) es un sensor de glucosa implantable que rastrea los niveles de forma continua y se conecta a una aplicación para realizar ajustes en tiempo real. O el popular FreeStyle Libre de Abbott, que también monitorea continuamente la glucosa en personas con diabetes. Pero ahora, estos sistemas pueden enviar esos datos directamente al médico, quien incluso puede ajustar el tratamiento a través de la aplicación de la compañía.

Y subamos la apuesta: Neuralink, la empresa fundada por Elon Musk, ya está probando implantes cerebrales diseñados para conectar el cerebro humano directamente a una computadora. La visión de Musk es ayudar a personas con parálisis, pero el sueño real es que estos dispositivos nos vinculen con la inteligencia artificial y amplifiquen nuestras capacidades. Suena genial, ¿verdad? Pero déjame preguntarte algo: ¿Estamos realmente preparados para que una empresa privada controle algo que conecta con nuestro cerebro? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a llevar esta tecnología en nuestras cabezas?

No hay duda de que estos avances están mejorando vidas. Pero queda la pregunta: ¿a qué precio? Porque esta otra cara de la moneda es seria, y vale la pena prestarle atención.

Privacidad en riesgo: ¿quién controla lo que ocurre dentro de ti?

Llevar un reloj que rastrea tu pulso es una cosa; tener un implante dentro de tu cuerpo es otra historia. Aquí, no puedes simplemente apagarlo cuando quieras. No puedes guardarlo en un cajón. Está dentro de ti. Los datos que genera técnicamente son tuyos, pero también pertenecen a quien los procesa, y ahí es donde se complica. Imagina que te ofrecen un descuento en el seguro de salud a cambio de compartir esa información. Suena bien, ¿no? En teoría, podrías decir que no. Pero en la práctica, sabemos que nunca es tan simple.

Y la privacidad no es el único problema: también está la ciberseguridad, y es un tema serio. Tomemos este ejemplo: el Sistema Cochlear Nucleus®, un implante auditivo que mejora la audición en personas con discapacidades auditivas y que también se conecta a Internet y dispositivos habilitados con Bluetooth para actualizaciones o transmisión de llamadas. ¿Es conveniente? Sí. ¿Vulnerable? Absolutamente. Porque cualquier dispositivo conectado es susceptible de ser hackeado. Si alguien manipula un dispositivo así, se abre un conjunto completamente nuevo de problemas. No estamos hablando solo de filtraciones de datos; estamos hablando de adentrarse en lo más profundo de la vida de alguien. ¿Dónde queda la privacidad cuando ni siquiera puedes controlar lo que hay dentro de tu propio cuerpo?

Los dilemas éticos: ¿hasta dónde debemos llegar en la modificación del cuerpo humano?

Si el Internet de los Cuerpos se limitara a monitorear enfermedades y mantenernos saludables, las dudas serían menores. Pero la verdad es que el IoB también está abriendo la puerta a lo que algunos llaman “humanos aumentados.” Déjame explicarlo: Mojo Vision, por ejemplo, es una empresa que desarrolla lentes de contacto inteligentes que brindan realidad aumentada en tiempo real. Te los pones, y literalmente tienes datos superpuestos a tu visión natural al instante. ¿Es útil? Claro. Pero, ¿cuánto “mejoramiento” queremos realmente? Porque, créeme, esta tecnología está diseñada para cambiar cómo vemos el mundo, y esto puede ser solo el comienzo.

Y aquí hay otro ejemplo: Epicenter en Suecia permite que los empleados se implanten chips RFID bajo la piel para realizar pagos en la cafetería o registrar horas de trabajo. Nada de tarjetas, nada de llaves. Es conveniente, sí, pero ¿dónde trazamos la línea? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a dejar que esta tecnología evolucione y comience a monitorear el comportamiento humano?

El dilema ético aquí es intenso: ¿queremos un futuro con “humanos mejorados” y “humanos no mejorados”? Porque seamos honestos, solo unos pocos podrán permitírselo. ¿Estamos listos para vivir en un mundo donde la humanidad esté dividida entre quienes tienen acceso a estos avances y quienes no?

El cuerpo humano: el próximo objetivo para los hackers

Si está conectado, es vulnerable. Hace diez años, los hackers apuntaban a computadoras, luego a teléfonos móviles. Hoy, el cuerpo humano parece ser la siguiente frontera. Estamos hablando de marcapasos, sensores, implantes. Estamos hablando de FreeStyle Libre, Senseonics Eversense, el Sistema Cochlear Nucleus® e incluso de las lentes inteligentes de Mojo Vision. Todos ellos recopilan datos biométricos, patrones de salud, reacciones físicas. Y si alguien decide hackear uno de estos dispositivos, estamos ante un problema de seguridad directa. Un hackeo en tu teléfono es molesto; un hackeo en tu marcapasos podría ser mortal.

Sin protocolos avanzados de ciberseguridad, estos desarrollos abren un escenario totalmente nuevo. ¿Estamos realmente dispuestos a poner nuestras vidas en manos de un dispositivo que podría volverse en nuestra contra si cae en las manos equivocadas?

El futuro del IoB: entre regulación e innovación

El problema aquí es que la tecnología avanza más rápido que las leyes. Hoy, no existe una regulación específica para proteger nuestra privacidad o seguridad en el IoB. Gobiernos, empresas tecnológicas y la sociedad deben moverse rápido y trabajar juntos para establecer límites claros sobre lo que se puede hacer, quién puede acceder a esos datos y cómo se protegen. Porque, ¿de qué sirve la tecnología si solo unos pocos pueden permitírsela y compromete la privacidad y la seguridad de todos?

Si hay algo que debe quedar claro, es que el IoB debe desarrollarse de manera ética y justa, o podría terminar fuera de nuestro control.

¿Es el IoB un paso hacia el progreso o hacia la dependencia?

El Internet de los Cuerpos no es ni bueno ni malo por sí mismo. Como cualquier tecnología, todo depende de cómo la usemos. Los avances suenan bien: una vida más larga, una mejor calidad de vida, medicina personalizada. Pero, ¿realmente queremos un mundo donde ni siquiera nuestros propios cuerpos tengan privacidad? ¿Estamos listos para depender de un dispositivo para nuestra vida diaria o nuestra salud?

Aquí está la pregunta para cada uno de nosotros: ¿cuánta autonomía estamos dispuestos a ceder a la tecnología? Porque esto no se trata solo de dispositivos o aplicaciones; se trata de algo mucho más grande.

 

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